En la última ventana del almacén, sobre la pequeña isleta del lago surgía su figura delicada como una sirena varada tras los cortinajes vaporosos. Y nosotros, alrededor de la lumbre alimentábamos su leyenda cada noche de verano. «Ven, acércate», parecía decir. Acudí solícito cuando el cuello de la botella me apuntó en persona. Y ya nada fue igual. Todo cambió después, al descubrir que la dueña de nuestras fantasías era una estatua de piel plastificada.
Qué evocadora la imagen de la sirena varada en un almacén... ¡Qué pena que fuese de plástico! :)
ResponderEliminarGracias por participar en el reto ;)
Un beso.
Gracias a tí por organizarlo, Adella.
EliminarMil besos