Primero fue solo un gesto casi imperceptible y luego varias visitas
inesperadas. La escultural vecina del segundo aparecía a cualquier hora en
busca de un poco de sal, o con cualquier excusa que le permitiese entrar para
echar un vistazo nervioso. Poco después no le quedaron dudas al respecto.
— Encontré bajo nuestra cama estas braguitas—dijo ella sintiéndose al
tiempo derrotada y victoriosa cuando vio la expresión culpable en su rostro— . No es mi
talla, ¿ves? —le reprochó arrugando en su bolsillo el recibo de su compra en la
mercería— . Yo soy de hueso ancho... y honesto.
Ufff... transmite mucho en muy poco. Y es duro.
ResponderEliminarMuchas gracias Seveth. Hay ocasiones en las que para hallar la verdad hay que hacer de tripas corazón.
EliminarAbrazos.
Buenísimo.
ResponderEliminarGracias, Ana.
EliminarUn abrazo
Cuando llegan las sospechas... ya nada es igual.
ResponderEliminarBuen relato Izaskun.
Saludos.
Desde luego Alfonso, la confianza ya nunca vuelve.
EliminarUn abrazote.