Tras el disfraz de aparente sencillez con que se viste esta pequeña novela —en realidad responde más a los cánones de un relato extenso—, Joseph Roth nos presenta su testamento literario. La leyenda del santo bebedor es su obra póstuma, en la que el escritor volcó parte de su vida en el personaje principal.
Moses Josep Roth (Brody 1894-París 1939) fue un novelista y periodista austriaco de origen judío considerado uno de los mayores escritores centroeuropeos del s. XX. Es complicado dar datos veraces sobre su vida ya que el mismo escritor se dedicó a versionar su propia existencia de forma que hay datos que no están muy claros. Parece ser que nacio en Galitzia, en el seno de una familia judía y nunca conoció a su padre, ya que los abandonó antes del nacimiento de Joseph. Trabajó para diversas publicaciones, lo que le permitió viajar por europa. Se casó con Friederiche Reichler, aquejada de esquizofrenia e ingresada en diferentes sanatorios desde 1929, lo que le sumergió en una profunda crisis. Conoció su mayor éxito en 1932 con su obra La Marcha de Radezky, aunque en su haber hay varias novelas como Fuga sin fin, La leyenda del santo bebedor, La cripta de los capuchinos o La rebelión. Debido a su condición de judío, tuvo que trasladarse continuamente de una ciudad a otra aunque terminó residiendo en París, donde murió sumido en el delirium tremens.
A lo largo de los quince capítulos que componen la narración, podemos disfrutar con un ritmo ágil, de una lectura entretenida, un lenguaje adecuado, de alguna referencia bibliográfica interesante y del saber hacer de uno de los que se ha considerado de los mejores escritores centroeuropeos del siglo XX.
El azar y el destino (con tintes de fatalidad), una vez más toman cuerpo en una novela exquisita que nos muestra el ambiente decadente y bohemio de la Ciudad de la Luz. París es el escenario que elige Roth para presentarnos a Andreas Kartak, un clochard —para quien como yo, no sepan francés, esto es un vagabundo, un mendigo—que comparte sus origenes polacos y su gusto por el alcohol con el escritor.
El personaje nos recibe bajo un puente parisino, donde pernocta desde hace más de un año, y que será testigo mudo de su encuentro fortuito con la Fortuna. Entre las arcadas del viaducto, Andreas se encuentra con un anciano que, debido a su recién adquirida cristiandad, le entrega doscientos francos bajo la única condición de que se los devuelva —cuando y de la manera que pueda— como donativo a la imagen de Santa Teresita en la iglesia de Santa Maria de Batignolles. Aunque al principio se muestra reticente, Andreas termina aceptando el dinero ya que como hombre de honor que es, tiene la convicción y la determinación de devolverlo en cuanto le sea posible.
Esos doscientos francos que van a ir y venir de manos de Andreas continuamente — y que sugieren una relación paralela entre los milagros y el azar— mantendrán en vilo al lector durante todo el relato, ya que tantas veces como el mendigo recupera el dinero, lo ha de perder de manera inevitable. Porque pese a la buena voluntad de Andreas, el mendigo se ve constantemente incapaz de satisfacer su deuda; unas veces por disfrutar de nuevo de una vida medianamente“normal”, otras por su apego a la bebida, y en otras ocasiones por algún encuentro casual con una antigua amante o con un avispado amigo que le engatusará.
Estos altibajos emocionales de la novela son un recurso perfecto que usa el escritor para que conozcamos en pequeñas dosis la vida de este clochard: cuál fue su pasado, cómo llegó a ser un mendigo, porqué pasó una temporada entre rejas... Así, además de la intriga por saber qué sucede con los doscientos francos, Roth mantiene el interés centrándose también en el personaje.
No obstante, como crítica puntillosa al argumento os puedo decir que he encontrado un pequeño “gazapo” en la historia (que no influye en el devenir de la novela) porque a pesar de que Andreas en varias ocasiones revisa el dinero y confirma la cantidad que posee, hacia el final del libro se nos dice que el clochard no sabe contar, por lo que de ningún modo tendría forma de saber anteriormente cuántos francos tenía.
Puntillas aparte, creo que es un librito muy recomendable en el que el autor muestra su magia retratando con autenticidad las consecuencias que produce el alcohol en la vida de un bebedor; cómo monopoliza su existencia y la conduce por caminos que, de estar sobrio, probablemente serían descartados.
No quisiera dejar de señalar la fuerza de la última frase de esta novela, un ruego de labios de Roth que aproxima la difusa línea divisoria de lo imaginario del personaje con lo real del escritor:
“Denos Dios a todos nosotros, bebedores, tan liviana y hermosa muerte”.
No me suena este libro, pero me resulta muy interesante todo lo que nos has contado; lo anoto! 1beso!
ResponderEliminarEs cortito pero merece la pena, ya lo verás.
EliminarUn besote
Ahora no puedo leer la reseña. Me paso con prisas para desearte buenas lecturas y buenos momentos a raudales para el Año Nuevo. ¡¡Feliz 2014!!
ResponderEliminarUn abrazo bien fuerte,
Hola Carmen!
EliminarMuchas gracias, preciosa. Espero que tú también comiences el año con buen pie y muchas alegrías.
Besos
Me gusta que vuelque algo de su vida en la novela =)
ResponderEliminarNo lo conocía, gracias por la reseña.
Besotes
Gracias a ti Shorby por pasarte y comentar. Se conoce mucho más al otro Roth, pero de verdad que este libro es una pequeña delicia. Si te animas ya nos contarás.
EliminarBesos