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Pero no todos son iguales. El carácter práctico de los progenitores y las gamberradas de los niños, harán que el viejo fantasma acuda a la joven hija del matrimonio, quien llena de piedad, tratará de ayudarle para que encuentre finalmente el descanso eterno.
Este delicioso relato sigue las directrices de los textos de la época, y para el lector actual puede parecer dotado de cierta candidez. Sin embargo, en mi opinión, esto también engrandece la obra. Independientemente de la temática melodramática victoriana, el estilo clásico, la bella narración y los magníficos personajes, me gustaría destacar que el relato en última instancia pone en evidencia la idiosincrasia de los pueblos británico y anglosajón.Oscar Wilde nació en Dublin en 1854 y cursó sus estudios superiores en Oxford. Despuntó muy pronto en las lides de la escritura, y percibió el premio Newdigate de poesía. Su popularidad creció proporcionalmente como respuesta en parte a sus dardos envenenados cuyas víctimas no eran otras que la alta sociedad, a quienes tildaba de hipócritas. Hasta 1895 publicó sus obras más famosas como: Salomé, La importancia de llamarse Ernesto o El retrato de Dorian Gray (criticado ferozmente por los sectores más puritanos y conservadores de la sociedad británica). Será también en este año cuando Wilde será objeto de una denuncia por homosexualidad. Debido a esta acusación, será condenado a pasar dos años en prisión y como consecuencia, sus dos hijos renunciarán a su apellido.
Esta experiencia marcará su carácter de manera dramática, ya que significó perder todo aquello que había conseguido hasta el momento gracias a su talento.
Pasó sus últimos años bajo el nombre de Sebastian Melmoth padeciendo múltiples complicaciones tanto a nivel económico como personal. Murió en París en 1900.
Por un lado, Wilde describe con pleno fundamento el carácter británico mediante los asistentes del castillo y el comerciante, pero principalmente a través del fantasma de Canterville. Nos presenta de este modo, un temperamento atado a usos y costumbres antiguas, acostumbrado a cumplir con las viejas tradiciones y anquilosado ante los acontecimientos que asumen como inmutables (aunque no lo sean).
Por contra, nos muestra la personalidad anglosajona desde un punto de vista mucho más positivo. Lo describe como un estilo de vida más desenfadado, desprovisto de cargas tradicionales. Un carácter que se enfrenta de manera novedosa y práctica a aquellos sucesos que para un británico serían al menos inquietantes.
De nuevo en esta ocasión Oscar Wilde hace una crítica soterrada a la sociedad británica, pero en este caso, no es tan hiriente, ya que el lector termina encariñándose con el irascible fantasma, quien finalmente se descubre como un ser apesadumbrado, y no tan malvado como nos hizo creer en un principio.
Imagen: http://academiaparaninfo.wordpress.com
P.S: Por cierto… ¿soy yo o Geoffrey Rush guarda un parecido asombroso con Oscar Wilde? ¡Feliz Halloween!
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