Titulo: Una soledad demasiado ruidosa
Autor: Bohumil Hrabal
Editorial: Destino
Año edición: 2001
Hanta trabaja desde hace treinta y cinco años
triturando papel en un oscuro sótano de Praga. En su soledad, prepara los paquetes de papel prensado con mimo, como si fueran obras de arte e introduce en cada uno de ellos un pequeño tesoro libro abierto o una reproducción de un cuadro; un pequeño detalle que
embellece su trabajo y lo eleva convirtiendo un empleo destructivo en una suerte de arte. Hanta
rezuma amor por los libros; los protege y los cuida. Cuando acaba su jornada, llena su cartera y los lleva a su casa, donde rellena todos los rincones de su hogar con literatura. No es fácil su vida solitaria; por eso, bebe grandes jarras de cerveza a diario, para ayudarle a encadenar las horas y el paso de los días, para hacerle el tiempo más llevadero y la realidad más entendible. Sus días transcurren tranquilos y felices en compañía de Lao-Tse, Kant e incluso Jesucristo, quienes conversan con él y le exponen sus ideas. Pero
llegará un día en que sus firmes cimientos se tambalearán con la llegada de una nueva era donde una forma novedosa de trabajar y una moderna maquinaria lo apartarán del camino ideado, descatalogándolo y precipitándolo hacia un desenlace estremecedor.
Pero no quisiera que os llevarais una imagen equivocada de esta novela, porque
no todo en este breve libro es literatura, pues Hanta
también nos cuenta la parte más mundana de su existencia; sus encuentros con el profesor, con la gitanilla (en un pasaje lleno de ternura) y su relación con Maruja, que nos hará sonreir y reflexionar casi a partes iguales.
Bohumil Hrabal llegó a decir de este libro que había vivido solo para escribirlo, y no es de extrañar puesto que en la construcción de Hanta volcó
pasajes autobiográficos (él también trabajó prensando papel por ejemplo) que dotan al
personaje de corporeidad y credibilidad. Con una
prosa precisa, profunda y poética, el autor trabaja una
historia de peso, con cierto tinte social y
muy reflexiva. Convence desde el primer párrafo, donde un
narrador en primera persona nos deleita con la fuerza de un
estilo nostálgico y sensible.
Lleno de
frases que invitan a la reflexión, no es este un libro para tomarlo a la ligera ni una lectura para todos los públicos a pesar de su brevedad y lo sencillo de su lenguaje. Pero si os gusta la literatura, leedlo poco a poco, degustadlo, porque merece la pena. Juzgad vosotros mismos:
“Los libros me han enseñado y de ellos he aprendido que el cielo no es humano en absoluto y que un hombre que piensa tampoco lo es, no porque no quiera sin porque va contra el sentido común”.
“Soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuales he adquirido leyendo...”
“Todo lo que he visto en este mundo está animado simultáneamente por un movimiento de vaivén, todo avanza y retrocede”.