Segundo premio concurso Aespi: El Vendedor de Sueños.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Este fin de semana ha sido corto, realmente cortito, pero no puede haber dado más de sí. Hace unos meses me presenté a un concurso de relatos de la asociación AESPI, con “El Vendedor de Sueños”. Un tiempo después, Esperanza me comunicó que mi relato había quedado segundo y me invitaba a la entrega de premios en Madrid.


Así que ¡allá hemos ido!, y como no podía ser de otra manera, ha sido una experiencia maravillosa que me apetecía compartir con todos vosotr@s, y además, al contar con el permiso de la asociación, os dejo a continuación con el pequeño relato que ha hecho todo esto posible. Espero que os guste.

El Vendedor de Sueños.


La ciudad despereza sus calles donde Ruiz muestra cada día la mejor de sus
sonrisas ante las miradas unas veces atónitas y otras indiferentes de los
viandantes. Renunció a su nombre cuando las paredes de hormigón de su casa
se transformaron en cartón de embalaje. En aquel momento también decidió
que trataría de ofrecer al mundo, aún en sus circunstancias, lo mejor de sí
mismo.
Al atardecer hace su ronda de contenedores, buscando el papel más hermoso
para confeccionar sus cajitas; ésas que durante el día ofrece a los transeúntes
a cambio de la voluntad, como reza en el cartel escrito con mimo y en el que
figura también el oficio mágico que desempeña con esmero: Vendedor de
Sueños.
«Es el mejor trabajo que puedo tener », piensa Ruiz satisfecho, porque le
permite saborear un plato caliente a diario y charlar con los transeúntes que,
intrigados, se detienen a hablar con él para preguntarle por su mercancía o su
profesión.
—Mi trabajo consiste en proporcionar sueños—responde Ruiz con amabilidad.
— Los convoco dentro de cada una de estas cajas para que acompañen a su
dueño cuando la abra.
Generalmente, el viandante sonríe condescendiente dudando entre la labia
comercial de Ruiz o su cordura. Sin embargo, le deja que continúe
explicándose seducido por el brillo de sus ojos marrones.
—Es usted quien decide cuándo abrirla— dice bajando la voz, — porque hay
que valorar el momento de liberarlo—recupera el tono normal y continúa.—No
es lo mismo soñar durante el día que un sueño reparador.
Ante la perplejidad de su oyente, Ruiz agita sus manos delgadas comenzando
a argumentar.
—Soñar despierto es poner en marcha la maquinaria de las fantasías, mientras
que cuando dormimos…—sonríe y millones de arrugas surcan las orillas de sus
ojos.— Los sueños significan dar alas a nuestra imaginación, resolver
cuestiones que no supimos solucionar durante el día, y un descanso profundo.
—Entonces, a usted le gusta más el segundo tipo de sueño—comenta el
interesado peatón.
—Efectivamente—dice asintiendo—. Por eso siempre guardo al fondo de mis
cartones una última cajita para mí—señala hacia atrás. — Una que no pongo a
la venta. La abro todas las noches y, aunque no logre recordar el sueño que la
originó disfruto cada día de una maravillosa sensación que me acompaña
durante la jornada. Sabe de qué le hablo, ¿verdad?
A estas alturas, Ruiz ya se ha ganado a su interlocutor que, invariablemente
termina el diálogo llevándose sonriente al menos una cajita con el anhelo de
conseguir exactamente la misma emoción de la que le ha hablado el mendigo.
La misma cajita frente a la que el afortunado soñador se desperezará en la
mañana con la seguridad de que será un día perfecto.
Horas más tarde la ciudad sorprenderá, como cada día, los ojos agradecidos
de quienes buscan sin éxito la estela etérea del Vendedor de Sueños que,
desde que renunció a su nombre, reparte entre sus calles su valiosa
mercancía.

1 comentario :

  1. Muy buen trabajo. El personaje que lo ha perdido todo, incluso el nombre y que sin embargo ofrece sueños a los transeúntes, genial!

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