
Esa jovencita bellísima, pero pobre, que vive en Indochina, no es otra que la propia escritora quien, hoy, recuerda las relaciones apasionadas, de intensos amor y odio, que desgarraron a su familia y, de pronto, grabaron prematuramente en su rostro los implacables surcos de la madurez. Pocas personas -y en particular mujeres- permaneceran inmunes a la contagiosa pasión que emana de este libro.
Casi tod@s nosotr@s tenemos
una “lista infinita” de autores y obras que poco a poco vamos leyendo, pero hay
algunas lecturas que por un motivo u otro se “cuelan” y se hacen un hueco entre
los primeros puestos de la estantería, ¿verdad?. Bueno, pues ese ha sido el
caso de “El Amante”.
No tenía apuntado el
libro, ni conocía demasiado a la autora, pero gracias a la iniciativa de
Carmen, me apunté al club de lectura que celebró su inauguración con la lectura
de esta obra.
Se trata de una novela
breve, pero no os equivoqueis, porque no por ello es ligera. Más bien al
contrario, ya que lleva el peso de una historia real, la de la autora.
Marguerite Duras nos muestra en estas páginas parte de su vida; la que corresponde
a su adolescencia en Indochina con una enorme intensidad narrativa.
Ya desde un principio,
las palabras de Marguerite nos avisan del tinte que tomará la historia:
“ Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde...A los dieciocho años ya era demasiado tarde. Entre los dieciocho y los veinticinco mi rostro emprendió un camino imprevisto. A los dieciocho años envejecí.”
Con esta fuerza expresiva
la autora nos narrará sus vivencias incidiendo sobre todo en sus circunstancias
familiares. La situación no es fácil para ella y así nos lo muestra al
describir el estado de su arruinado hogar: el padre ha muerto, la madre hace
equilibrios entre la cordura y los trastornos mentales, y sus hermanos reflejan
sus diferencias irreconciliables: el apocamiento y la sumisión del hermano
pequeño frente al germen del egoismo y la violencia que caracterizan al hermano
mayor.
Marguerite, con este
panorama, será quien al iniciar una relación —que se nos revela como censurable
e inconveniente tanto por la diferencia de edad como la racial— con un hombre
acaudalado, lleve el dinero a casa. Dinero que su familia detesta por su
procedencia, pero que acepta porque no les queda otra alternativa. Toda esta
carga emocional hace que la autora, nos confiese los sentimientos ambivalentes que
le producen los miembros de su disfuncional familia.
Por si os animais a
leerlo — y os invito a hacerlo—, os anuncio que quizás el principio resulte un
poquito confuso ya que la estructura del libro es diferente a la habitual. No
existen capítulos definidos sino que asistimos a la trama párrafo a párrafo. La
escritora a lo largo de la novela incluye saltos de narrador (a veces pasa de
primera a tercera persona sin previo aviso) y en el tempo de la
historia.
Son recursos a los que no
es difícil acostumbrarse y propios de este género autobiográfico que también
pude observar en Nada se opone a la noche de De Vigan. Sin embargo, la
diferencia entre ambas es la edad en que escribieron sus obras. En las dos
lecturas he notado una especie de liberación, pero mientras en una se palpaba
una narración más desgarrada y cercana, en la otra, Marguerite al escribir
desde su vejez, puede expresarse en muchas ocasiones con mucho más lirismo que
su joven compatriota debido a la distancia que la separa de los hechos.
Existe una adaptación al
cine que no he visto, y de la que he leído críticas diametralmente opuestas,
por lo que no tengo claro si me decidiré a darle una oportunidad. Pero sí os
animo a que vosotr@s se la deis a esta novela
que, con un final tan contundente como su principio va mucho más allá de una
historia de amor o de sexo —como inicialmente se hizo creer—, y que pone de
manifiesto la integridad y la honestidad de la autora al hacernos partícipes de
sus sentimientos sin ahorrarse las emociones “políticamente incorrectas” que,
en ocasiones su familia le hace sentir.
¿Os animáis a su lectura? ¡Feliz día!