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Respirar por la herida de Víctor del Arbol

jueves, 3 de septiembre de 2015



 “Nada sucede por casualidad”, es la frase que venía a mi mente una y otra vez mientras leía esta novela. Y es que Víctor del Árbol, ha urdido una trama elegante, compleja e interconectada con muchísima habilidad. La historia se desarrolla casi en su totalidad en el año 2005, en Madrid, aunque contiene varios flashbacks en los que se nos muestran momentos anteriores que son muy importantes para entender el desarrollo de la historia.
Eduardo Quintana, un pintor de cierto renombre en el pasado, perdió a su mujer y a su hija en un trágico accidente hace catorce años. Desde entonces ha estado viviendo por inercia, a pesar de haber conseguido cierta serenidad al imponer la justicia por su mano. Sin embargo, no es feliz; no evoluciona. Es un alma atormentada con un cuerpo lleno de cicatrices que sobrevive (de alquiler y entre los efluvios del alcohol) gracias a los retratos que su agente, Olga, le consigue. En esta ocasión, el encargo que le trae Olga proviene de Gloria Tagger, una famosa violoncelista casada con un renombrado director de cine y que también ha sido golpeada duramente por el destino, pues su hijo murió en un atropello. Eduardo espera retratar al chico, pero recibe un encargo bastante especial. Gloria apela a su habilidad para profundizar en el alma de quienes retrata, pues su objetivo es que Eduardo pinte para ella el retrato del hombre que atropelló a su hijo.
Este encargo supondrá para Eduardo un viaje tan sorprendente como incómodo en el que descubrirá la farsa en la que ha estado inmerso, la realidad de las personas con las que ha estado viviendo y apreciará el valor de la injusticia, de la culpa y de la venganza.
Respirar por la herida es una historia intensa, de dolor, de cicatrices, de pérdidas, donde Víctor Del Árbol retrata el lado oscuro de la vida. La parte menos agradable de la existencia, aquel valle de lágrimas del que nos hablaban en las clases de religión. Y de cómo encaja el dolor cada personaje; aceptándolo, rebelándose ante la situación...
La novela está plagada de referencias literarias y musicales y lleva un ritmo que aunque no es vertiginoso, mantiene al lector expectante. Pero no es una lectura ligera. No por su estructura, ni por su vocabulario, sino por la dureza de su historia, por la carga emocional que el escritor imprime a la novela. Por eso la tildaría también de negra a pesar de no ser del género policiaco. Más bien por su dureza, por lo tenebroso de su trasfondo. Por lo cruel e implacable de la historia.
Como en la novela que leí anteriormente, debo decir que el estilo de Victor es impecable. Tiene un léxico extenso y una prosa elegante, directa y clara donde predomina la narración y el detalle. Domina las descripciones plásticas, que ayudan a crear el escenario en nuestra imaginación de una forma sencillísima.
La trama es un exquisito tejido de hilo de araña. O quizás una suerte de pequeñas historias que como afluentes, convergen todas en un fuerte y profundo rio caudaloso. Todo está interconectado aunque cada uno de los hilos va siendo descubierto poco a poco y toma sentido con cada página que vamos leyendo.
El hilo narrativo principal corre a cargo de Eduardo Quintana, creo que este libro podría describirse como una novela coral, en la que todos y cada uno de los personajes tienen su importancia dentro de la narración. Y aquí es donde Víctor brilla con todo su buen hacer de escritor. Porque estos personajes (y son muchos) tienen carácter real. Son el peso de la novela, y Víctor, que lo sabe, se ha explayado con ellos. Con sus luces y sus sombras. Desde sus descripciones físicas hasta cada una de sus expresiones o reacciones son netamente humanas. Una auténtica delicia. Tan complejos y facetados como cada uno de nosotros, son capaces de mantener al lector enredado en la lectura, atento a sus actos, sentimientos y pensamientos. Pero es necesario destacar que además de confluir en la narración, todos coinciden también en ser personajes que han sufrido una pérdida, que tienen una existencia complicada con un claro matiz de fatalidad y de dolor. Que han aprendido a respirar por la herida.
Sinceramente, me cautivó más “La tristeza del samurai”, que aunque en comparación puede ser una novela menos elaborada, quizás me gustó más por la novedad o por el ritmo (algo más acelerado que en esta), pero aún con todo, no puedo dejar de recomendarla. A la obra y al autor.

     ¿Ya lo habéis leído? Si no lo habeis hecho aún, hacedlo. No os arrepentiréis.

La tristeza del samurai de Victor del Árbol

viernes, 31 de octubre de 2014



Dos tramas se desarrollan de forma paralela; una en Extremadura en el año 1941; la otra en Barcelona en 1981. Un crimen cometido durante la posguerra española produce consecuencias en tres generaciones de la familia Alcalá y en aquellos que se han cruzado en sus vidas durante cuarenta años. Complots, secuestros, asesinatos, torturas, violencia machista, son algunos ingredientes de esta fantástica novela. Con un estilo descriptivo pero no por ello lento, el autor narra los acontecimientos ocurridos y poco a poco va entrelazando los personajes de ambas tramas, entrando en la psicología de cada uno de ellos. El resultado es una magnífica novela de intriga e investigación, de sentimientos y rencores, de amor y odio, de ambición y dolor, de hipocresía y sobre todo de culpa, una lacra que se transmite de generación en generación, donde los hijos heredan los delitos de los padres y los nietos los de sus abuelos.

Impresionada. Así me ha dejado esta extraordinaria novela negra a la que me acerqué con cierto recelo pues ni el título ni la portada me llamaban la atención a priori. Sin embargo, ha sido todo un acierto. Magistral el hilo y la narración, la prosa y el tempo, los personajes...

 
Víctor del Árbol (Barcelona, 1968). Licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona, ha sido seminarista durante cinco años en Ntra. Sra. De Montealegre y Mosso D´Escuadra desde 1992. Tras una dilatada vida como lector, decidió dar el salto a la escritura y recibió el Premio Tiflos 2006 con su primera novela El peso de los muertos. Su segundo libro, La tristeza del samurai, le ha confirmado como uno de los grandes escritores del momento en novela negra y le ha dado el espaldarazo definitivo de crítica y público. En 2013 ha publicado su última novela: Respirar por la herida.


La acción discurre en dos lineas temporales paralelas y dos escenarios diferentes. Por una parte la historia se desarrolla en los años cuarenta, en Extremadura, y por otra, en los ochenta en Barcelona.
El argumento, va desgranandose poco a poco entre estas dos líneas de una manera soberbia. El autor selecciona los hilos y los va trenzando poco a poco de manera que vamos asistiendo a los acontecimientos desde el desconocimiento del comienzo hasta el tapiz final, en el que podemos ver el resultado de cuanto hemos leído. Y no es poco lo que nos muestra puesto que pasamos de la época de postguerra a la convulsa democracia primeriza, donde el escritor nos demuestra qué poco cambio suponen para algunos nada menos que cuarenta años.
Isabel Mola es la gran protagonista de esta novela, aunque (o quizás por eso), sea la gran ausente de la misma. Como en la vida, su figura —su ausencia, mejor dicho— será el pilar central alrededor del que se tejen todos los destinos de los personajes del libro. Condenada a una vida de maltrato, súbitamente el amor se cuela en su mundo y por ello decide actuar, pero nada será como ella ha preparado. El desamor, la traición y la ambición acudirán prestas a decidir su destino. Uno con el que ella no contaba. Y que alargará sus últimas consecuencias hasta cuarenta años después de su muerte.
Uno de los puntos fuertes de esta novela es que tanto los personajes como la trama se van descubriendo poco a poco de manera muy inteligente y con un uso del tempo maravilloso. No es una novela trepidante ni está llena de artificios. Es más bien un tablero de ajedrez creado por el autor con la intención de adentrar al lector en la partida, haciéndole partícipe de hechos históricos, y dándole detalles con los que poder elaborar las hipótesis necesarias.
Y qué decir de los personajes. Me han ganado desde el principio. Por humanos. Porque nadie es bueno ni malo al cien por cien, como en la vida misma. Porque ninguno de ellos es inocente. Porque todas sus vidas están tiznadas de un peso vital tan angustioso que bien podría ser real. Están descritos y definidos tan al detalle que casi se pueden tocar.
Creo que dentro del corte de novela negra en el que últimamente van encajando otras obras cuyas líneas argumentales diluyen en cierta manera la esencia de este género, ésta podría calificarse es de novela negra pura. Se palpa la venganza, el odio, no está exenta de crímenes y las motivaciones de sus personajes son tan “oscuros” como podría esperarse de una novela tipo: egoísmo, ambición o la búsqueda de la redención mediante el olvido.

Si os gusta la novela negra, no os la podeis perder. Os va a dejar con la boca abierta. Seguro. Me la juego.

Feliz día.

P.S: Me acabo de enterar que Víctor del Árbol vendrá a Pamplona en su semana de novela negra....¡Espero que las circunstancias me den un poquito de margen y pueda acudir, lo estoy deseando!