Un dulce sabor a muerte de Ellis Peters

jueves, 19 de febrero de 2015





Gracias a la reseña que hizo Carmen allá por el 2013, incluí en mis estanterías esta novelita con idea de leerla rápidamente, pero hete aquí que cuando le he hincado el diente ha sido ya en enero del 2015. Cosas que pasan.

La novela transcurre en pleno siglo XII, y se sitúa en dos escenarios que están descritos a la perfección. Por una parte nos encontramos con la abadía benedictina de Sherwsbury (Inglaterra), donde discurre la apacible vida de Fray Cadfael entre las plantas del huerto (es el encargado del herbario), y por otra, la trama se desplaza al pueblo galés de Gwtherin, donde acude un grupo de frailes (entre los que se encuentra Fray Cadfael que acude en calidad de intérprete debido a su origen galés) en busca de los huesos de santa Winifreda para mayor gloria de su monasterio.

En un momento histórico en el que las reliquias de los santos suponían cierto estatus y un ingreso seguro de donativos, el monasterio benedictino de Shewsbury se encuentra en clara desigualdad frente a otros templos cercanos, ya que no disponen de un santo milagrero al que puedan acudir sus fieles en peregrinación. La solución a este problema surgirá dentro de los propios muros de la abadía cuando uno de sus frailes sufra un ataque epiléptico y en su convalecencia, el fraile que le acompaña tenga una más que conveniente visión según la cual, fray Columbano (el hombre aquejado de los ataques) sanará tras bañarse en la fuente sagrada de santa Winifreda. El prior Roberto, entre cuyas virtudes no se encuentran la humildad ni la renuncia a medrar en la jerarquía del monasterio, ve en este hecho la oportunidad de aportar una respuesta satisfactoria para la situación actual de la abadía, por lo que facilita el viaje de la comitiva que, por supuesto volverá con la noticia de la sanación de fray Columbano. Esta circunstancia alimentará la ambición del prior, quien decidirá acudir al pueblo de Gwtherin para hacerse con los huesos de la santa a toda costa.

Semejante decisión traerá como consecuencia un serio encontronazo con el pueblo galés, que se opone a que se lleven de sus tierras a Santa Winifreda, y lo pone en conocimiento de la comitiva mediante Rhisiart, el portavoz del pueblo. La cuestión no hubiera tenido mayor transcendencia (puesto que los frailes cuentan con el favor de la iglesia y del príncipe) de no ser por una extraña muerte, que fray Cadfael, con su agudo sentido de la observación revela como un asesinato. Pero, ¿quién puede haberlo hecho? ¿Un monje, uno de sus convecinos? ¿Cuáles fueron sus motivos? Nadie en todo Gwtherin está a salvo de la sospecha, por lo que fray Cadfael tendrá que afinar bien sus dotes y su fino olfato para descubrir al culpable.

Sin ser un estudio psicológico profundo, la autora da breves y acertadas pinceladas de algunos protagonistas para que, de manera sencilla sepamos cómo son y entendamos su forma de proceder.

Fray Cadfael es, por su papel protagonista, el personaje que más calado psicológico tiene. Es un hombre mundano, que ha llegado a la abadía por propia decisión tras un pasado en el que ha conocido todos los entresijos terrenales. En este momento se dedica al huerto de la abadía y pasa sus días entre plantas medicinales, elaborando remedios y sesteando en los capítulos más aburridos. Es un hombre muy resolutivo y con un olfato muy fino para entender las motivaciones humanas (cualesquiera que estas sean) y actúa de acuerdo a un propósito para esclarecer los hechos.

Junto a este fraile tan singular, encontraremos al ambicioso prior Roberto, al histriónico fray Columbano, y al joven Fray Juan, cuyas motivaciones para ingresar en el monasterio no convencen demasiado al buen ojo clínico de Fray Cadfael. También entre el pueblo galés destacan algunos nombres como Sioned, pero la autora concede más importancia a presentarnos la comunidad en general: son nobles, tercos, entregados y fieles seguidores de sus propias leyes y creencias.

La historia transcurre bajo el prisma de un narrador omnisciente, en tercera persona, que mediante un lenguaje natural y bien escogido, nos presenta una lectura fácil, accesible, llana y muy fluída. Por el estilo de su personaje principal (que utiliza la razón para esclarecer el enigma) y la sencillez de la trama me ha recordado en muchos momentos (salvando las distancias, of course) al estilo de las novelas enigma de gran dama del crimen, Agatha Christie.

También hay algo que me ha llamado poderosamente la atención, y es la apuesta tan arriesgada de la autora para presentar el crimen una vez pasada ya la mitad de la novela. Esta técnica le permite que cuando sucede el hecho, el lector conoce al dedillo tanto el ambiente como a los personajes que circundan el crimen, pero es un arma de doble filo puesto que también es alargar demasiado el punto de inflexión de la novela, que puede dar como consecuencia indeseada que el lector se canse y deje la lectura. Quizás en su época (fue escrita en 1942), fue un recurso interesante y que funcionaba bien pero hoy día se buscan tramas y ritmos mucho más dinámicos pues el lector de novela negra en nuestros días espera mucha más acción.

El ritmo, pese a todo, es constante y los giros argumentales, aunque sencillos son efectivos. La novela tiene un desenlace más que correcto (incluída cierta crítica hacia la iglesia/religión) y no deja cabos sueltos.

Si buscais una lectura agradable y sencilla, para desengrasar de otras más densas, o si sencillamente os gusta la novela enigma, os la recomiendo. Teneis veinte títulos a vuestra disposición en esta saga. Y si os apetece más verla en televisión, sabed que Fray Cadfael también fue llevado a la pequeña pantalla con gran éxito.



¿Os animáis?
Feliz día.

2 comentarios :

  1. Pues no me sonaba este libro pero por lo que cuentas no me importaría darle una oportunidad
    Besos

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    1. Creo que es bastante entretenido, auque hay que encuadrarlo bien en la época de la escritora, porque ahora estamos más acostumbrados a otro estilo de narrativa.
      Besicos.

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