La capital despertó con la resaca del fin de semana y una noticia inquietante en los diarios. Uno de los leones de las Cortes había desaparecido y, a pesar de que las fuerzas del orden habían puesto todo su empeño, se vieron incapaces de resolver el rapto. Quizá porque no se les ocurrió que Velarde había elegido abandonar el Congreso por decisión propia. Que, avergonzado por la hipocresía del hemiciclo, había regresado al lugar donde un giro de muñeca, una frase efectiva o, un malabarismo eran actos honestos. Un lugar donde los artistas recibían por su trabajo el calor de unos aplausos sinceros.
Mi aportación este mes de mayo a Ficticia, donde el tema era el Circo en todas sus variantes.
Feliz día
¿Y Daoíz nada supo?
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