La novela se ambienta en el siglo pasado, a caballo entre la "Pensión La Riviera" y Montecarlo. El desencadenante de la historia surge a partir del abandono familiar de Henriette, una de las huéspedes de la pensión, y cómo afecta esta situación a Mrs. C, una anciana y exquisita mujer inglesa.
De hecho, el núcleo central de la historia, trata de la narración de un lapso de tiempo (veinticuatro horas), en la vida de esta mujer, y las consecuencias morales y emocionales de la decisión única que tomó en aquellas horas: evitar la muerte de un hombre.
El recuerdo de aquel suceso, la ha trastornado el resto de sus días haciéndola esclava de su memoria desde hace veinte años. Y es entendible, ya que tenemos una gran capacidad de memoria emocional; más aún cuando el hecho a recordar es traumático. Incluso nuestra "linea del tiempo" personal se llega a organizar en base a un "antes" del acontecimiento o un "después" del mismo. Es más, tenemos, igual que Mrs. C. cierta tendencia al estancamiento del momento en cuestión, al "centrifugado" de las circunstancias, y a recrear una y otra vez aquellos sucesos.
Me ha impresionado la forma de retratar los rasgos físicos y psícológicos de la dependencia del juego. Son tan reales, y están plasmados con tanta plasticidad, que parecen en muchas ocasiones imágenes del lenguaje del cine.
Y una vez más, las descripciones y los adjetivos utilizados en esta obra me han parecido exquisitos y acertados, ya que imprimen personalidad a todo aquello que relata.
“…vi dos manos…,, como jamás había visto. Dos manos convulsas, que como animales furiosos se acometían una a otra, dándose zarpazos, y luchando entre sí, de manera tal, que crujían las articulaciones de los dedos con el ruido seco de una nuez cascada.”
“Y en aquel instante…el croupier cantaba el número, en aquel segundo, las dos manos se separaron cayendo desplomadas como dos bestias alcanzadas por un mismo tiro. Se abatieron realmente desfallecidas, inertes, con plástica expresión de extenuación y de desengaño, cual heridas por el rayo…Durante unos instantes, permanecieron ambas sobre la mesa, como aplastadas y muertas, igual que dos medusas arrojadas al borde de la ribera. Después la derecha empezó a levantarse penosamente, sobre la punta de los dedos. Temblaba, retrocedía, describía un movimiento de rotación en torno de sí misma, vacilaba y se retorcía.”
“De súbito, arqueándose en un gesto felino, de pantera, lanzó, mejor dicho, escupió la ficha de cien francos en el centro de la casilla negra. Luego, como obedeciendo a una señal, la excitación apoderose también de la inactiva mano izquierda, que hasta entonces permaneciera dormida. Esta se levantó, se desesperó, se arrastró lentamente hacia la otra mano que yacía trémula y fatigada aún de la jugada que acababa de arriesgar. Y ambas permanecieron juntas y horrorizadas, en tanto daban sobre la mesa suaves golpecitos con los nudillos, cual dientes que la fiebre hiciera castañetear.”