A principios de año me
fijé una serie de metas para hacer que “la infinita” fuese disminuyendo, y
entre las lecturas elegidas para este 2014 figuraba “Cien Años de Soledad”, al
que no me decidía a acercarme por miedo. Había leído algo de Garcia Márquez
allá por la época del instituto, pero no tenía un recuerdo especialmente
llamativo de su “Crónica de una muerte anunciada”, así que no tenía muy claro qué
iba a encontrarme pero sí sabía que este autor era de extremos. O te encanta o
lo aborreces.
Justo entonces, una vez
que ya tenía el libro entre las manos, recibí la noticia de su fallecimiento;
así que fue el último empujón que necesitaba para introducirme en una historia
que, os adelanto, me ha fascinado. Reconozco que he encontrado un par de
dificultades a lo largo de la novela (la repetición de los nombres me obligó a
componer un árbol genealógico y hacia el final se me hizo algo pesado), pero en
líneas generales estoy hechizada.
Gabriel García Marquez
(Aracataca, 1927 – México D.F, 2014), alias “Gabo”, fue un afamado escritor, guionista, editor y
colombiano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982. Su figura, además
de notoria por su oficio, estuvo cargada de polémica debido a sus simpatías
afines a Fidel Castro. Es el más destacado referente de la corriente del
realismo mágico con su obra “Cien años de Soledad”, donde volcó con gran
acierto parte de su biografía. Aunque esta es su novela más conocida, también
es el autor de otras obras como La hojarasca, El amor en los tiempos del
cólera, El coronel no tiene quien le escriba, Vivir para contarla o Memoria de
mis putas tristes.
Desde un narrador
omnisiciente, García-Márquez compone la historia de un pueblo (Macondo) y de la
estirpe de los Buendía con una prosa lírica, mágica, y abundante. Los
personajes están perfectamente perfilados, y el lector es capaz de empatizar
con ellos desde cualquiera que sea el prisma que los presenta el autor.
Prácticamente todos tienen una fina película de humanidad que los hace
creíbles, y terriblemente terrenales. En ellos podemos ver reflejados los actos
más mezquinos y miserables, las contradicciones, los deseos inconfesables, la
madurez o inmadurez con que se enfrentan a su destino... Un espejo acertadísimo
del ser humano.
Pero si los personajes
están magistralmente armados, la trama no digamos. Te atrapa, te eleva, te
desconcierta a cada paso para aliviarte un poco justo antes de volver a
angustiarte. Y como dice en varias ocasiones durante el libro, todo en un
movimiento cíclico y delicioso, en una montaña rusa de emoción. Porque si algo
le sobra a este libro son las emociones que despierta. Desde la inicial
incredulidad por los extraordinarios acontecimientos que suceden en Macondo,
hasta la pena por la muerte de los personajes, vamos alternando emociones
conforme García-Márquez se recrea en contarnos los avatares de esta localidad
en una historia en la que el requisito imprescindible es dejarse llevar.
Y si algo me ha
sorprendido con la defensa baja, ha sido el realismo mágico. Me faltarían
palabras para contar aquí lo maravilloso de su construcción, lo poético de sus
descripciones fantásticas, la naturalidad con que esboza esa magia delicada con
la que cierra capítulos del todo imposibles... Lo dicho. Que me ha fascinado,
me ha dejado boquiabierta y prendida de sus palabras.
Imagino que no ofrezco
nada nuevo acerca de este libro, pues creo que era de las pocas personas que no
lo había leído, pero si por una casualidad, tú todavía no lo has hecho, no lo
dejes pasar, te lo recomiendo. Merece la pena.
Feliz día.