La acción de este thriller implacable arranca en la peculiar ciudad
italiana de Trieste, frontera entre dos mundos. Augusto Ledesma elige
el que fuera hogar de James Joyce como primer escenario para continuar
su siniestra obra, que alimenta del aliento de sus víctimas y de la
humillación de sus perseguidores. Hasta allí se trasladará el
inspector Ramiro Sancho en su frenética y obsesiva persecución de un
asesino en serie que parece haber acentuado su voracidad. Entretanto, al
otro lado de la frontera, el psicólogo criminalista y exagente del KGB
Armando Lopategui, «Carapocha», recorrerá las calles de Belgrado junto a
su hija y ahora discípula con el propósito de zanjar cuentas con un
pasado despiadado del que no logra despojarse. En otra vuelta de tuerca,
a través de fugaces viajes en el tiempo, descubriremos cómo se fraguó
la relación entre Pílades y Orestes y asistiremos a su sorprendente
desenlace.
Tras el rotundo éxito de Memento mori, primera parte de la
trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, César Pérez Gellida nos
conduce de nuevo por los complejos laberintos que conforman la mente
criminal desde los ojos de sus protagonistas, ya sean víctimas, asesinos
en serie, genocidas o quienes les persiguen. El inesperado desarrollo
de los acontecimientos obligará al lector a pasar páginas en una
ineludible búsqueda de respuestas.
Haciendo gala de un particular estilo cinematográfico aclamado por la
crítica literaria, el autor nos envuelve en una trama adictiva, tejida a
partir de un argumento sólido y pespunteado de poemas y canciones que
componen una singular banda sonora del crimen.
Dies irae es la segunda parte de la trilogía
Versos, canciones y trocitos de carne. Al igual que en
Memento Mori (la primera parte cuya reseña puedes leer
aquí), César muestra un gran
interés por que el lector esté bien ubicado tanto en las localizaciones como en el punto de vista del protagonista del capítulo o en el espacio temporal correspondiente. Por eso la estructura de los 32 capítulos que componen esta novela vienen encabezados por la información que centra al lector en el momento y lugar oportunos.
De igual forma, en esta segunda entrega, también encontramos otras
señas de identidad del autor vallisoletano. En primer lugar su
estilo sencillo, directo y efectivo. También la narración, plagada de
diálogos bien pensados y estructurados, es muy fluida y eso facilita la lectura al mismo tiempo que la
forma visual de su técnica (en esta ocasión es aún más
cinematográfica si cabe que en la primera novela). Y por supuesto, en esta obra continúa con las características que personalizaron su anterior trabajo (
latinejos, refranes, citas literarias y letras íntegras de canciones).
Pero además, César también nos proporciona
muchas novedades en este
Dies Irae (incluyendo un
guiño cinematográfico a los cameos de Hitchckok) puesto que la
localización de los escenarios da un salto geográfico y pasa de Valladolid a Trieste y Belgrado. También la narración acusa alguna novedad, pues está repleta de
saltos en el tiempo e incluye un
narrador en primera persona (correspondiente al asesino), de modo que el lector se siente más cercano a la torturada mente de Augusto. Y todo ello repercute en la
acción de la novela, que en esta ocasión se muestra
mucho más cruda que en la primera parte.
Esta
entrega es también más profunda a nivel de personajes y también a nivel documental. En
Dies Irae, César ahonda en la personalidad de los
protagonistas dotándolos de una mayor carga de complejidad. Los hace sufrir,
los lleva hasta el extremo. Demuestra sus fortalezas y debilidades poniéndolos
contra las cuerdas tanto a nivel físico como psicológico y ético. Y funciona. Vaya que sí. No sólo s
eguiremos el desarrollo de la mente enferma de Augusto, sino que también
presenciaremos la obsesión que Sancho ha desarrollado por este personaje (junto con las consecuencias que eso le va a acarrear) y
comprenderemos la forma de ser de Carapocha (acompañándolo junto con Erika en su particular búsqueda de justicia).
Además encontraremos un
matiz más histórico de la trama en relación a la guerra de los Balcanes. Esto, que a mi modo de ver
enriquece la historia, en ocasiones (quizás por profundizar demasiado)
ralentiza bastante el ritmo de la lectura. En cualquier caso, se percibe claramente el esfuerzo de César por acercarnos de manera entendible y cercana un tremendo momento histórico al que no se le concedió la importancia necesaria.
Pero hay
dos cosas que me han cautivado en esta segunda parte tremendamente adictiva y que quiero compartir con vosotros. Por una parte
el giro final, que resulta más inesperado y sorprendente que en
Memento Mori. Y sin embargo, es muy lógico. Tanto, que es inevitable preguntarse cómo no lo has visto llegar.
Y por otra,
el prólogo de Sistiaga que nos anuncia perfectamente lo que vamos a encontrar entre las páginas de esta novela. Esa
mirada de las 200 yardas de los combatientes que han dejado cualquier ánimo de lado. Esa mirada vacía, perdida de significación y de pertenencia a ningún lugar o grupo. El detonante preciso para rendirse en cuerpo y alma a un destino trágico. Impresionante.
Te gustará si:
- Eres fan de Vetusta Morla, Bumbury, Ramstein…
- Lo tuyo son las novelas visuales con una profunda documentación histórica.
- Eres adicto a la tensión que proporciona una intriga bien dosificada.
¿Entonces, qué? ¿Te animas a leerla?
Feliz día.