Polo tiene 14 años y crece en el seno de una
familia algo desordenada. En su opinión, su madre es "fea y
paralítica", su hermana "una golfa que está mal de la cabeza" y
su padre tiene una de las peores ocupaciones que puede tener un hombre:
auxiliar de la limpieza.
Recuerdo mi adolescencia
como un periodo convulso. Probablemente la única época de la vida —en
circunstancias normales— donde no se cumple aquello de “cualquier tiempo
pasado...”. Y, por lo que he hablado con
bastantes amistades, un tiempo al que, en general, nadie regresaría con
demasiado agrado.
Y esta reflexión viene al
paso del protagonista de la novela, Paul, un adolescente que se siente una rara
avis ya que no termina de encajar en su entorno. Un chico amante de las
palabras en un suburbio de París, un muchacho decidido, algo deslenguado, que
quiere a su padre pero al que le cuesta admirar porque representa algo de lo
que él quiere huir. Un adolescente en plena ebullición que nos muestra bajo el
prisma de su mirada, las grandezas y las miserias de todas las familias.
La situación de Paul, al
que todos conocen como Polo, no es ni de lejos la vida de ensueño que a él le
gustaría, con sus desayunos de multicereales, etc... ya que vive en un barrio
pobre, con su madre paralítica (a la que no demuestra demasiado aprecio), una
hermana tan superficial como guapa (y con la que no desperdicia la menor
oportunidad de hacer chanzas a su costa) y su padre, que es la única fuente de
ingresos familiar y por quien Polo siente una mezcla de sentimientos que le
desorienta.
Saphia Azzedine (Agadir, 1979), novelista
franco-marroquí y licenciada en Sociología ha desarrollado múltiples
ocupaciones como actriz, guionista, directora y asistente en una empresa de
diamantes antes de dedicarse por completo a la literatura. La autora de
“Confesiones a Alá”, presenta un estilo desenfadado y fresco, siendo uno de los
últimos estandartes literarios en el panorama francés. Tras el éxito de su
primera novela, ha presentado también con gran acogida por parte de público y
crítica “Mi padre es mujer de la
limpieza”, donde expone una clara denuncia social y hace gala de su
característico estilo.
Inserta en la nueva
corriente de las novelas atrevidas y frescas, este libro destaca por la forma
en que está narrado, por el acierto de las voces narrativas utilizadas, que son
las responsables de describir a los personajes sin necesidad de acudir a otros
recursos adicionales. El vocabulario de los protagonistas se corresponde
perfectamente con su forma de ser; desinhibida y actual en el caso del
personaje principal y popular e incluso vulgar cuando son los miembros de su
familia quienes hablan.
Los personajes, en este
caso, ceden el protagonismo a Paul, por quien sentimos simpatía y con el que en
algunos momentos el lector llega a conectar de manera muy empática, pero que
hacia el final del libro, confieso que me ha dejado muy confundida por su forma
de proceder poco ética.
También es interesante el
trasfondo de crítica social que deja entrever la autora a traves de la
historia, aunque a mi modo de ver, en algunos temas difíciles se vale de la
edad del protagonista y la poca importancia que éste le concede a algunos
asuntos bastante escabrosos saliendo del meollo con grandes dosis de humor.
Mi padre es mujer de
la limpieza es un libro cuando
menos curioso ya desde el propio título y la portada. Promete
sorprendernos y, de alguna forma lo hace, porque no te deja indiferente. Una
lectura sencilla y ágil, aunque muestra un durísimo fondo social (asistiremos a
episodios de violencia, de abusos, de absoluta resignación ante la falta de oportunidades...),
sobre el que, en mi opinión, se ha pasado de manera muy superficial.
¿Y vosotr@s, habéis leído algo de esta autora?
Feliz día