Dice La Vache qui Rit que en este mundo no
hay cosa más tonta que una vaca tonta. Y toda la vida de Mo consiste en
demostrar a su amiga que ella, desde luego, a pesar de ser vaca -y no caballo
brioso-, no tiene ni un pelo de tonta. ¡Ni uno! Es una vaca notablemente Omega,
y nada Alfa. Y tiene una voz interior, y una determinada manera de entender la
vida, y..., ¡muchas, muchas ganas de vivir!.
Tener uno de sus libros en las
estanterías desde tiempos remotos, la taza de la Fnac con el nombre del autor,
y multitud de críticas favorables de mi entorno más cercano. Y yo sin leer nada
de Atxaga. Imperdonable. ¡A ponerle solución ipso-facto!.
Bernardo Atxaga (Asteasu,
1951) es el pseudónimo de José Irazu Garmendia, galardonado escritor licenciado
en Económicas. Fiel a su determinación escritora, ha conseguido ser, en su
lengua natal, el euskara, uno de los autores mejor acogidos e incluso ser
propuesto autor imprescindible del siglo XXI en el periodico The Observer en
1999. Miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia, es autor
de obras como Borobila eta
puntua (1972), Ziutateaz (De la ciudad) (1976), Etiopia (1978), Chuck Aranberri dentista baten etxean (Chuck Aramberri en casa del dentista)
(1982), Txitoen istorioa (Historia de unos pollitos) (1984), Camilo Lizardi erretore jaunaren
etxean aurkitutako gutunaren azalpena (Exposición de la carta del canónigo
Lizardi) (1982), Gizona bere
bakardadean (El
hombre solo) (1993), Zeru horiek (Esos cielos) (1995) y Soinujolearen
semea (El hijo del
acordeonista) (2003), que recorren géneros variados: teatro, poesía, relato y
novela. Serán sin embargo Obabakoak y Memorias de una vaca los
que le den mayor proyección y nos familiaricen con el realismo mágico que
salpica sus obras.
Memorias de una vaca es un libro breve, de esos que están disfrazados de literatura
juvenil, pero que encierran en sus páginas mucho más. No hay que dejarse
engañar porque esté designada como una lectura para jóvenes de entre diez y
catorce años (también el Principito parece ser una lectura banal, un cuentito
para chicos y sin embargo encierra una gran historia con un enorme trasfondo)
aunque reconozco que el tono que se utiliza es el que corresponde al público al
que dice la editorial estar dirigido el libro. Y es que dentro de los nueve
capítulos de esta pequeña y entretenida novela encontraremos temas importantes
y tan variados como el valor de la amistad, la existencia de la conciencia, la
importancia de ser fiel a un@ mism@ y por supuesto el peso de la memoria.
Con una prosa ágil, cercana y dinámica, esta novela nos acerca sin
caer en maniqueismos, y de una forma amena y clara una realidad complicada; la
de la posguerra española. Cada capítulo viene encabezado por un escueto resumen
dirigido como guia al público más joven, pero lo que de verdad enamora y
divierte es la sucesión de anécdotas y aventuras, que hacen de esta lectura una
auténtica delicia.
Bajo el prisma de El Pesado (que no es otra cosa sino la
conciencia de esta singular vaca), Mo va adquiriendo conocimientos y entendiendo
poco a poco cuanto le rodea; en esencia la Rueda de la Vida que va salpicando
la realidad y descubriendo los misterios que oculta la existencia. Nos relata
en tiempo real, a sus cincuenta años, desde la particular visión de una vaca,
con cierta inocencia, las peripecias de su vida cumpliendo así la promesa que
le hizo en su juventud al Pesado.
En cuanto a sus personajes, Atxaga profundiza en el principal, Mo,
una vaca negra muy particular, que nos narra su vida desde su nacimiento. Me ha
parecido un total acierto por parte del autor, ya que es una manera muy
sencilla e interesante (también algo superficial en algunos momentos) de
mostrar situaciones complicadas. Conforme van pasando los años, Mo va
haciendose más sabia y acepta mejor quién es, el lugar que ocupa en el mundo
que le rodea, y las circunstancias del mismo, y creo que esa es una enseñanza
muy necesaria para los jóvenes (y no tan jóvenes) de hoy, para recordarnos que
lo realmente importante es nuestra diferencia, ser como somos, genuinos. Porque
hoy en día parece que lo que prima es correr tras de los objetivos físicos y
sociales (inalcanzables por otra parte) que nos imponen (tener un cuerpo diez,
ser famoso a cualquier precio...) y que a la postre terminan siendo una cárcel
de consecuencias fatales en bastantes casos.
Reflexiones profundas aparte, os aseguro que he disfrutado de la
lectura de este libro como una chiquilla, de sus refranes, poemas y canciones,
de la interesante vida de Mo y de su amiga La Vache, de las juiciosas
explicaciones de El Pesado, y las tiernas aclaraciones de Soeur Pauline... Un
gustazo de lectura sencilla, delicada y llena de humor.
¿Y vosotr@s, conocíais al autor?¿Y esta obra?
Feliz día.
Cuando me leí Obabakoak de Atxaga, luego fueron cayendo más lecturas suyas, estas Memorias de una vaca entre ellas. Lo recuerdo con agrado, sí, superficial a ratos, divertida a otros, con cosas que le das vueltas en otras, pero en el fondo más bien una lectura juvenil. Lei tanto de Atxaga y tan seguido que luego ha pasado mucho tiempo sin leer nada suyo. Lo recuperaré.
ResponderEliminarBesos y buen día!
Yo me acabo de estrenar, y le tengo ganas a Obabakoak... Ya veremos cuando puedo darle una oportunidad.
EliminarBesotes
Pues yo no había leído nada suyo hasta hace nada y fue precisamente como un cuento, Método para escribir un cuento a vuelapluma. Creo que será de los tuyos ;)
ResponderEliminarBesitos
Uy! Qué título más interesante, Marilú. Gracias, porque no lo conocía. Voy a buscarlo ipso-facto.
EliminarMuacsss.
Lo leí hace mil!!!
ResponderEliminarSeguramente lo relea, así aprovecho y lo reseño =)
Besotes
¡Espero que lo disfrutes de nuevo, guapetona!!
EliminarBesos mil
Izaskun, no sabía que devorabas tantos libros. A Atxaga, lo conocí en persona el pasado septiembre en las Converses literàries a Formentor, evento en el cual tuve la fortuna de participar en la organización. Me pareció una persona fabulosa.
ResponderEliminarAla, qué afortunado, Loren! Creo que tener la oportunidad de charlar con un escritor consagrado (siempre que no esté endiosado, claro) es una de las mejores formas de recoger muchas pistas para poder aplicarlas luego, ¿no crees?
EliminarLeo menos de lo que quisiera, pero para que te hagas una idea, en mi juventud, el castigo estrella de mi madre era dejarme sin leer...y claro de aquellos polvos...estos lodos, jaja. Ahora he decidido leer algo menos pero retomar la afición que abandoné en aquella época: escribir.
Abrazos
Jaja qué bueno, para mi hermano el castigo sería leer, a no ser que fuese el Marca, claro.
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