El día más caluroso del verano de 1935, los Tallis se reúnen para celebrar una animada velada en honor a León, el segundo hijo de Emily y Jack.
Modo de recordar paginas interesantes y NO escribir en ellas |
En la gran casa viven: Jack (el marido siempre ausente), Emily (que sufre permanentemente de migrañas), y sus dos hijas Cecilia (recién llegada de Cambridge) y Briony (una preadolescente que sueña con ser escritora) además de los recién llegados primos Quincey (Lola, y los gemelos Pierrot y Jack), que pasarán una temporada indeterminada con ellos. Hoy está previsto que llegue León (el hermano mediano de ánimo siempre festivo) . También compartirán la cena Paul Marshall, amigo de León, y Robbie Turner, el hijo de la asistenta, al que el señor Tallis hace de mecenas costeándole su ingreso y estudios en Cambridge.
Y, lo que en principio iba a ser una alegre celebración, se convierte en el día que sus vidas cambiarán para siempre.
Años después la guerra llega, y todos han cambiado. Robbie se ha convertido en el militar Turner, apodado “el jefe”; Cecilia ya no tiene que debatirse entre su deseo de salir de la casa o su necesidad de ser útil a la familia, y Briony intenta desesperadamente continuar hacia el futuro, pero el ancla del pasado la retiene con fuerza.
El planteamiento ineludible es: ¿Cuántas veces una decisión tomada sin demasiada seguridad, o por el engaño de nuestros sentidos, o por no disponer de la información adecuada, nos culpabiliza durante mucho tiempo? Y ¿cómo no intentar compensar las consecuencias, expiar ese error?
A lo largo de la lectura he tenido muchas veces la sensación de no saber qué esperar porque McEwan juega contigo de tal manera que no puedes hacerte a la idea de qué va a pasar a continuación. Y esa sensación te hace depender de cada palabra hasta el final.
La narración es lenta en un principio pero al estar estructurada en partes hace que separes perfectamente los diferentes periodos, y a pesar de ser muy descriptivo, va ganando en fuerza e interés conforme avanza la lectura; la historia te va conquistando y atrapando cada vez con más firmeza.
Destacan frases que por sí solas son abrumadoras:
A lo largo de la lectura he tenido muchas veces la sensación de no saber qué esperar porque McEwan juega contigo de tal manera que no puedes hacerte a la idea de qué va a pasar a continuación. Y esa sensación te hace depender de cada palabra hasta el final.
La narración es lenta en un principio pero al estar estructurada en partes hace que separes perfectamente los diferentes periodos, y a pesar de ser muy descriptivo, va ganando en fuerza e interés conforme avanza la lectura; la historia te va conquistando y atrapando cada vez con más firmeza.
Destacan frases que por sí solas son abrumadoras:
“Pero ¿qué era la culpa en aquellos tiempos? Una baratija. Todo el mundo era culpable y nadie lo era….Los testigos eran también culpables. Hemos presenciado todo el día los crímenes de los demás. ¿No has matado a nadie hoy? Pero ¿a cuántos has dejado morir?”
Como contrapunto, el autor también retrata algunos momentos divertidos:
“Las ortigas volaban por encima de su hombro izquierdo, y caían a sus pies…¡Se acabó!, le hacía decir ella. ¡Ya basta! ¡Toma!...En seguida fue esta acción la que la abstrajo, junto con la crónica de prensa que compuso al compás de sus tajos. Nadie en el mundo superaba en esto a Briony Tallis, que al año siguiente representaría a su país en los Juegos Olímpicos de Berlín y estaba segura de ganar el oro…alcanzar aquel nivel requería dedicar toda una vida. ¡Y que cerca había estado de malgastarla como dramaturga!”
Y no ha faltado el “elemento desconcierto”. Entre sus páginas, he encontrado unas anotaciones cuando menos sorprendentes (que vida más dura la de un libro de biblioteca, pasar por tantas manos, y a veces, tan poco cuidadosas).Me explico. En las películas, existen los gazapos, y más de una vez he encontrado algunos (tan llamativos que mucha gente ya los había visto antes J), pero en las lecturas, nunca me paré a pensar en buscarlos.
Sin embargo, hay quien sí lo hace, y lo subraya, lo remarca, y lo achaca al traductor. En la edición que acabo de leer, en la página 301 dice: “ les llevó a cada uno un litro de vino tinto en botellas descorchadas”, y justo al volver la hoja, remata: “Nettle pensaba que era justo abrir una botella ahora.”
Sí, es un gazapo. Pero no hace falta (¿o quizá a esta persona sí?) hacerlo notorio con inscripciones en el libro, uff. ¿Habéis encontrado alguna vez un gazapo? Está visto que yo me introduzco tanto en la historia que me están contando, que no tengo ojos para otra cosa.
En definitiva, me ha parecido un libro muy interesante, bien escrito, y un autor muy inteligente, que sabe cómo cautivar, y mantener en vilo al lector.
P.S: Entre sus páginas: It´s a Long way to Tipperary
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