Francis Cornish, hombre pudiente, catedrático, excéntrico y mecenas artístico, ha muerto. Y ha dejado a cargo de tres consejeros expertos (compañeros suyos de la Universidad canadiense de S. Juan y el Espiritu Santo, conocida como La Entelequia) la tarea, a priori sencilla, de confirmar e inventariar sus bienes para la Galeria Nacional.
Esta labor simple, se va convirtiendo en un trabajo extenso y casi penoso, por la acumulación caótica de todas las obras que Cornish ha ido coleccionando. Sin embargo, la recompensa (poder elegir una obra que no se encuentre, en principio, catalogada) es grande. Mucho más, si de antemano se conjetura con total seguridad, la idea de encontrar un valioso manuscrito, sobre el que basar el trabajo más importante de la propia carrera académica.
Esta presunción creará entre los tres albaceas algunas suspicacias.
Pero, para animar el asunto, aparece entre los muros de La Entelequia un malicioso, astuto y entrometido ser: Parlabane. Gracias a este hombre, Hollier, DaCourt y McVarish, van a ir de cabeza durante toda la novela, en la que también se nos insinuarán referencias al arte, al mundo gitano y a la alquimia, y en la que no faltará el humor.
Me quedo corta, muy corta en realidad con esta reseña, pero como decía Mayra Gomez-Kemp, "hasta aquí puedo leer...". Sí os dígo que es una novela que me ha tenido engañada prácticamente durante toda la lectura, como cuando miras fijamente a un prestidigitador, y crees que puedes imaginar cuál será el truco.
Ja! Yo, empeñada en desmenuzar el triángulo alquímico de Hollier, Maria y Parlabane, embebiendome en términos como soror mystica y famulus, y casi enredada en las ideas de Rabelais y Paracelso. Y entonces, ¡zas! Todo cambia de repente, y desemboca en un final del todo inesperado (o casi), cuajado de excentricidades, y donde triunfa el amor (pero para nada diabético, ¿eh?). Además, es la primera parte de una trilogía (creo que no había empezado tantos seriales en mi vida: el pentateuco, juego de tronos, y éste ángeles rebeldes), que aunque se pueden leer por separado, coinciden en sus personajes.
Todo un acierto, y además, recomendable.
"Para instruir se precisa energía, pero para saber callar sin bajar la guardia y en constante disposición de ayudar, mientras los estudiantes se instruyen solos, se precisa aún más energía. Dejar que alguien tropiece (lo cual le enseñará a no tropezar de nuevo), cuando podríamos evitárselo con una sola palabra, pero a costa de privarlo de conocer un peligro importante, es una de las tareas del maestro que requiere una energía específica, porque contenerse es más difícil que gritar."Y entre sus páginas:
Pues oye, suena bien, y más si es un Asteroide. No sabía que era una serie de más libros, pero es que el título ya me suena poco... (qué raro!).
ResponderEliminarEn fin, ya lo tengo apuntado!
El Asteroide nunca me ha defraudado (hasta ahora). Espero que te guste. Ya nos dirás.
ResponderEliminarBesos.
Tengo un libro de este autor (también Asteroide) en mi estantería. Me han hablado muy bien del autor, así que este libro lo tendré en cuenta... aunque claro, primero debería leer el que ya tengo...
ResponderEliminarNo, si siempre pasa lo mismo con el Plan Infinito!