Desde que el mundo es mundo nos han enseñado que, en la vida, las cosas son básicamente contrapuestas. A saber: dulce o salado, bueno o malo, blanco o negro. Y sorprendentemente, los bebés también son así. O al menos esto es lo que asegura mi cuñado. Que digo yo, que los bebés son todos preciosos. Cada cual a su manera, claro, pero no hay un bebé al que mires que no haga que se te ponga el corazón blandito. Vamos, o eso me parecía a mí, porque según él, un niño o es guapo o no lo es. Y ahí entra el mundo de los eufemismos o de la “mano izquierda”.
Después de esta afirmación tan categórica de P., me dio por observar mi alrededor. Es sorprendente, pero básicamente, cierto. Cuando los orgullosos padres muestran a su retoño, hay que fijarse en las caritas del personal. En general, verás sonrisas, y mohínes de ternura. Pero si hay un silencio (por pequeño que sea), o no se ven estos gestos automáticamente, prepárate para una de estas frases:
- ¿A quién se parece? (eludiendo esquivamente el hacer juicios de valor).
- Pero qué rico está, ¿verdad?. (Esta frase y la anterior denotan que la persona no quiere hacerte daño, y que está bien educada)
- Huuuy, hay que ver, que niño tan simpáaaatico ...(Esta en cambio, es típica de alguien con poca vista o con muy mala leche.)
Afortunadamente, la mayor parte de la gente tratará de decir algo parecido a las dos primeras sentencias, pero siempre hay alguien que tiene por bandera exponer la más cruda realidad, pese a quien pese. Así que, si no estás preparada para una de
estas frases, agarra el carrito y corre cuanto puedas cuando veas acercarse a uno de estos especímenes. Porque el niño cambiará conforme crezca, pero estos individuos ni evolucionan, ni pretenden hacerlo.
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