Volábamos. Los coches clásicos y la velocidad eran tu debilidad, y la mía,
el aire de leyenda de cine que te procuraban aquellas enormes gafas de sol y el
pañuelo anudado bajo tu barbilla. Sucedió sin apenas darnos cuenta, en un instante,
por algo tan insignificante y estúpido como unas piedras sueltas. Volamos.
Tendríamos que haber muerto los dos, pero el destino eligió primero y me quedé solo,
echándote de menos. Daría cualquier cosa por estar contigo, por rozar de nuevo
tus labios…por dejar este limbo donde los ángeles, en realidad, no tienen alas.
Mi aportación a los Relatos con Banda Sonora (inspiración Cadillac Solitario)
Relato de cine. Que inocentes los de la ser dejando escapar perlas así.
ResponderEliminarAsí da gusto, Loren. Pero...¿tú has visto el nivel que hay por allí? Ah! Si, que lo sabes de buena tinta...jajaja. Muchas gracias por el comentario y Enhorabuena! Me alegro muchísimo por ti. Te lo mereces.
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