Helen Davenport y Gwyneira Silkham son dos mujeres que,
en principio, nada tienen en común. Sin embargo, el destino les depara caminos
paralelos mediante un matrimonio con un desconocido, un largo viaje juntas y
una nueva vida en Nueva Zelanda.
Helen es una mujer disciplinada, sacrificada (no en vano, al morir su padre se hizo cargo de la educación de sus hermanos) y atenta a las normas sociales. Su sueño es formar una familia, pero debido a su situación económica y a su edad, ve difícil que en la Inglaterra de 1852 esto pueda ser posible para una institutriz. Por eso, y animada por el párroco, se decide a contestar a una carta de Howard O´Keefe, un colono inglés asentado en Nueva Zelanda, que busca matrimonio entre las jóvenes de la comunidad. Se ilusiona con las cualidades que destila la carta, y tras pensarlo bien, decide aceptar su propuesta de matrimonio. Sueña con un futuro prometedor al lado de quien ella piensa que será su adorable y tierno marido. Embarca rumbo a su nueva vida junto con seis jovencitas huérfanas a las que intentará instruir para que trabajen sirviendo en las casas de Christchurch.
Gwyneira, en cambio, es lo opuesto a Miss Davenport. Es una joven lady de carácter indómito, nada acorde con los convencionalismos que corresponden a su clase. A ella le gusta montar a caballo y criar a sus perros, nada que ver con el delicado arte de cultivar y cuidar rosales (algo mucho más propio de una joven de su estatus social). Durante unos días, en la casa de los Silkham, reciben la visita de un importante ganadero ovino neocelandés, Mr. Walden, quien ha viajado desde Nueva Zelanda para comprarles algunas cabezas de ganado y mejorar así la calidad de la lana de sus ovejas. Sin embargo, después de conocer a Gwyneira, comienza a pensar que además del trato comercial, en este viaje puede hacer algo más. Conseguir una esposa para su hijo. Así, comienza a tramar la forma de poder llevar a cabo su idea. La ocasión se presenta en una partida de cartas, en la que Mr. Silkham se ve enredado por Walden en una apuesta del que este último se sabe seguro ganador. De esta forma, el "azar" es el responsable de que la mano de la joven sea para el joven Walden. Sin embargo, Gwyn, lejos de inquietarse, ve en esta circunstancia una oportunidad para ser ella misma en el nuevo continente, y se embarca en el viaje con ilusión y esperanza.
Así, ambas mujeres coincidirán en el viaje a Nueva Zelanda, y lo que comienza como una relación de cortesía, desembocará en una firme y sólida amistad cuando lleguen a tierras maoríes, donde descubrirán que a pesar de conseguir formar sus respectivas familias, tendrán que enfrentarse a no pocas contrariedades porque la vida en la isla no es tan sencilla y romántica como ellas imaginaron.
Para mí, lo más destacable de esta novela es haber conocido algunos aspectos de la cultura aborigen maorí junto con las preciosas descripciones de la isla.
También son muy interesantes las caracterizaciones de los principales personajes femeninos por la evolución psicológica que conllevan al tener que amoldarse a unas tierras y cultura que son tan diferentes para ellas.
Me gusta también que, a pesar de ser bastante extensa, la novela está muy bien escrita. Tiene ritmo, y resulta una historia fluída y sencilla.
Lo que menos me ha convencido es, por una parte las vidas tan melodramáticas que les ha hecho llevar la autora a estas dos mujeres. Es cierto que están lejos de su hogar, y que su cultura choca, en muchas ocasiones brutalmente con algunos aspectos de la isla, pero hay muchos momentos en los que la novela tiene tintes del más trágico culebrón televisivo (incluidos los momentos rosas, aunque a su favor diré que no llegan a ser una merengada).
Otro aspecto que me ha decepcionado es el final tan abrupto de la novela. Me parece que es un poco rápido en comparación con el desarrollo del resto del libro (quizás es la manera de dejarnos con la miel en los labios para la siguiente parte de la saga, aunque a decir verdad, a mí no me han quedado muchas ganas).
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