Estabas exultante. De anfitriona y soberana en la casa de piedra. Unos días mágicos aquellos en que disfrutamos de la recién adquirida libertad que nos daba saber conducir.
Las horas pasaron sin sentir entre largas conversaciones, risas, canciones y viandas. Hoy lo recuerdo con la añoranza de saberlo irrepetible. Porque tú ya no estás aquí.
Te echamos de menos. Tu carácter sin medias tintas, la pícara sonrisa, el gorgorito de tu risa fresca, la espontaneidad de tus razonamientos, tu habilidad para "calar" a la gente, la persistencia para aguantar "de marcha"...
Por tí aprendí los acordes de esta canción, y cada vez que nos reuníamos me hacías cantarla desgarrada y a golpe de guitarra. Por eso es especial.
Suena a tí.
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