Cerró los ojos y se recostó con un suspiro entrecortado. No sabía qué le
depararía el destino a partir de ese momento pero las últimas semanas
habían sido agotadoras: Centroeuropa con Mary Ann y sus recuerdos, Japón
de la mano de Masako y finalmente, un pequeño descanso en Balanzategui,
junto a Mo y Pauline.
Abrió los ojos y encontró a David a su lado, fiel a su cita semanal.
Extendió el libro que mantenía entre sus manos y observó el implante
que, bajo su piel, daba paso al veneno que le permitía seguir viviendo.
Qué paradoja. Ella que nunca tuvo tiempo para detenerse un minuto y
disfrutar del paso del tiempo, para leer siquiera, vivía ahora postrada
en la cama, dueña de cada una de sus horas, viajando a través de las
páginas de los libros del hospital, y disfrutando de uno de los escasos
deseos que aún podían cumplirse: ahuyentar por unas horas el vértigo de
sus pensamientos.
Mi aportación mensual a ENTC. Este mes la ilustradora es Asun Buendia
La paradoja de los tiempos modernos, y la relatividad del tiempo.
ResponderEliminarMuy bueno Filias
Abrazo.
Gracias Miguel, es que no nos damos cuenta de lo realmente importante hasta que pasa algo grave. Entonces todos los puntales cambian...
EliminarBesos
Los libros rescatadores...
ResponderEliminarBesos
Más vale. ¡Y que continúen siéndolo!
EliminarBesotes
Este micro a un amante de los libros le llega alto y claro. Viajar y evadir a veces de realidades duras :)
ResponderEliminarBesitos
Gracias Marilú. Es que un libro siempre es un amigo fiel. Está cuando lo necesitas y nunca te falla.
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Como decía Emily Dickinson, 'Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro'.
ResponderEliminarUn abrazo,